miércoles, 22 de junio de 2011

UNA BANDA LLAMADA DKDNZIA SUBURBANA



Siempre me he caracterizado por ser una persona sumamente tímida, y lo más friki de todo, es que mi comprobada actitud posera suele confundir a la mayoría de gente que me conoce como si fuera un “sobrado”. Soy egocentrista y mucho, tanto como para tratar el tema con un psicólogo, pero no tiene nada que ver con ser un sujeto déspota, creo que puedo ser muchas cosas menos eso. El caso es que de primera vista, a veces lo suelo parecer. No lo soy. Si no me hablas no te hablo, si no me miras no te miro, me da roche. Es eso viste.


Erase una vez un personaje un tanto confundido entre sus ideas, con el cabello un metro más largo de lo que lo usa hoy, con cadenas, muñequeras de púas y un poco peleado con la vida. De lectura rebelde y música estridente,  que junto a dos amigos formaron una pequeña banda llamada DKDNZIA SUBurbana! (vaya nombrecito eh!) lo escogió un amigo que luego de enterarse de que en pleno festival de rock peruano, dos de sus bandas favoritas habían sido retiradas del cartel del evento, ajetreó masas y provocó que se suspendiera del todo.  
El caso es que, en el verano del 2003, las bandas de rock amateur, no contábamos con lo que hoy podemos denominar la “autogestión”, faltaban algunos meses para que se lanzara el famoso MySpace y el Hi5 no estaba ni en proyecto, ni qué decir del Facebook. Grabar maquetas era costoso y no cualquier mortal tenía Internet así nomás, era caro. Yo aún no cumplía los 20 años y desfilaba por cuanto universidad, instituto o academia existiera, me pasaba escuchando música encerrado en mi habitación todo el día, de pasar un largo tiempo de vida parroquial, me había vuelto ateo. Un día me eché en mi cama y dije: “Dios: existes?”. Y no me respondió. Así que lo mandé a la mierda.

Con Diego y Joaquín nos habíamos pasado semanas poniéndole música a dos canciones que había escrito para DKDNZIA. En realidad lo único que tenía en común con ellos era un gran amor por el punk rock. Tanto Diego como Joaquín provenían de familias muy católicas y no se mostraban muy de acuerdo con mis letras insurrectas, violentistas y hasta inclusive ateas, el tiempo creo que les dio la razón y a mi ciertas facturas que pagar. El tema era que tocábamos mal. Mal. Pero mal.
Yo cantaba porque era el que más fuerte gritaba, y en realidad nunca lo hice, sólo intentaba que entre sonidos guturales se entiendan algunas frases de mis letras.  Joaquín recién aprendía algunos ritmos de batería y Diego, quien se había comprado luego de un par de viajes a Miami, una guitarra Fender Squier, que por esos tiempos, era de las pajas, la menos paja! Pero ideal para empezarle con el punk rock!, algunas canciones se había sacado ya.
Una tarde de tantas, entre ensayo y ensayo, sonó el timbre de la casa de Joaquín, donde ensayábamos. En el segundo piso de la casa a un par de cuadras de la intersección entre Benavides y Ayacucho en Surco. Recuerdo que aprovechamos el break para mandarnos un poquito a la shit con Diego, pero no era para alarmarse. Era la historia de todos los días. Al regresar a la habitación, Joaquín regresó con un papel en la mano diciendo: “Tocamos el próximo sábado”, “Tocamos el próximo sábado”. Ante la mirada desdibujada de Diego y mía, mi amigo nos explicó que un tipo que se hacía llamar Juancho, organizaba una tocada, creo recordar en la zona de Precursores.

Era el más animado de los tres, entre mi pánico escénico y la disconformidad de Diego sobre el sonido que había adoptado la banda, no era para animarse demasiado. Pero listo, lo íbamos a hacer. Con este sujeto al cual no conocíamos que se hacía llamar Juancho como bajista improvisado de la banda, lo íbamos a hacer. Con un repertorio de dos canciones y el único cover que nos sabíamos los tres: “Al Colegio No Voy Más” de Leusemia, pero lo íbamos hacer. Y a la mierda lo demás!!!.
Recuerdo que luego de varios días de ensayo, sonábamos peor que nunca, realmente mi voz era mala, y realmente éramos una banda como para que se la pase por los huevos cuanto disque crítico de rock pululara por allí. “Estamos mal hermano”, decíamos entre canción y canción que ensayábamos. Recuerdo que un día antes, intenté crearme una “estrategia de marketing” para la banda, la cual al menos, nos diera un motivo para sonar tan feo como lo hacíamos. Y me pregunté: ¿Cuál es la peor banda del mundo? Fue como descubrir América.

Ese día descubrí la mayor excusa de mi vida: Johnny Rotten y los Sex Pistols. Sabía que existían, pero nunca les di mucha bola. No despegaba la mirada de sus fotos, e intentaba estudiar su estética, de la cual me quedé fascinado. Seré Johnny Rotten y mi banda los Sex Pistols, no me cortaré el torso desnudo, porque soy posero no webón, me meteré un par de buenos rones, miraré al vacío con la misma cruda rabia visceral con la que mira mi, por ese entonces, ejemplo a seguir. Esperaré pifias en vez de aplausos.

Me fui a las Galerías Brasil y me compré una camiseta de ellos junto a unas muñequeras con púas. Rasgué un jean viejo que tenía en uno de mis cajones y me prometí a mi mismo que mañana sería inolvidable. No hubo mucho tiempo ni tampoco tanto dinero, así que me fui sin escuchar nada de la banda, estoy seguro que sonara a lo que sonara, seguramente sería la peor música del mundo. Me encantaría.   
Cuando llegamos al local, era un parque cuya losa habían simulado como escenario, íbamos a ser la banda que abra el concierto, a las 4:00pm de aquel sábado, la mayoría de personas que estaban esperando nuestra aparición eran amigos nuestros, que ilusos ellos, esperaban el gran debut de un grupo de referentes sociales que les abrieran paso a todo un ágape de gruppies. Es más, ya se gestaban las primeras manifestaciones de lo que sería la historia de una de las agrupaciones punk rock más genuinas del circuito nacional. Ya algunas féminas se acercaban a charlar.
Con algunos rones encima, una coima a un par de tombos para que se olviden de cierto documento llamados “licencia municipal”, y harto huevo DKDNZIA SUBurbana hace su aparición en escena. Para serles franco, no sonaba tan mal el tal Juancho, era buen bajista el brother. Y Joaquín y Diego hacían su chamba, ahí andaban, al menos desde arriba se veía todo en orden, la intro no nos había defraudado. Segundos más tarde empezaron los problemas.

Yo no cantaba mal. Juro que no. Cantaba hasta la webas y al fondo a la izquierda! Fue ahí que descubrí porque Johnny Rotten ponía esa mirada en sus conciertos. Quién carajo iba a poder asumir de manera digna la mirada de la gente al escuchar lo que estábamos haciendo. No había otra, ya estábamos ahí, sin embargo y aunque no lo crean, no me sentí tan mal como debería, la vergüenza recorría todo mi ser, y podía sentir el rojo caliente de la misma, pero no estaba arrepentido.

Recuerdo que no se habló de esa tarde en muchos años, y tampoco fue el final de esa pequeña banda de chicos jugando a ser estrellas de rock, DKDNZIA SUBurbana se deshizo un año más tarde, luego de algunas otras presentaciones, indudablemente mejores que la de ese día. Si hay algo que le agradezco a aquella tarde es mi enorme admiración por aquella banda llamada los Sex Pistols.


1 comentario:

  1. jajajajaja. Interesante. Sabes yo tengo 20 años y bueno , no soy el pata más sociable del mundo, y eso que estudio Ciencias de la Comunicación, pero siento que todos nosotros los "disque frikis" ya nos estamos sobrepoblando. Y bueno creo que ya estamos siendo un estereotipo más... que mal no? A mí nunca me gustó ser así.. un estereotipo... pero bueno.. Por cierto, somos tan parecidos ¡malditogermen!
    Bueno, éxitos ! y sigue haciendo tu chamba que la haces muy bien.
    No es buena tu historia, pero me parece entretenida. Obvio que a un melómano sí le interesa este tipo de pequeños relatos.
    Larga vida a los Sex Pistols

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